Eres el mismo de siempre, libre, espejo del cielo, denso-transparente, transformas lo inerte, impredecible. Próximo al blanco puro tu tono es el más luminoso del espectro visual. Desapareces para reaparecer; inmaterial, erosionado y abierto a la luz. Tu sonido se materializa en forma y se define por la luminiscencia. Sin la luz, no existes. Cerca de tu alumbrado te discierno respirando y hago consciente tu silencio cuando despierto de mi mente.
Tu aroma es una contemplación de la fuerza inicial del primer boceto, puro gesto, que se desgasta, se erosiona, se suspende en un mundo no apto para los tiempos del pensamiento sino los del corazón. Se disuelven mis sentidos y el Espíritu se adhiere a la materia como iluminación interceptada según tu estructura, la cualidad de tu superficie y en relación con cuanto te rodea.
Las áreas más claras estarán en ángulo recto con la transparencia. Pero las más oscuras; las que, Tú, quieres que se asimilen se manifiestan tenuemente, entre el medio tono junto a la luz y la diafanidad que se refleja dentro del área de sombra en diminutas semillas a punto de germinar gestos de una metáfora. Hay suspenso siempre; me abstengo de llenar espacios en blanco porque hay un momento donde lo invisible se hace visible. Ahí vivo una depuración del gesto.
Abandonada en la pincelada, que a veces fluye o se estanca, se ha hecho hábito buscarte en una suerte de ascesis; dejar pasar tu luz que abre los poros en un tránsito que teje tu voz y no se apropia de nada. Tú, quieres más mi muerte que mi vida, porque tu gesto a diferencia del mío es improbable, edificante y tu perdón el triunfo del amor; el abandono a tu recorrido tu verdadero color.
Vuelvo al mar donde te conocí. Te contraes y desciendes en cada inspiración. Los pliegues del agua escriben tu valor tonal venido de arriba en diferentes gradaciones de la escala que va del negro al blanco, pasando por grises intermedios.
Te miro fijamente y uno que otro tono de azul alcanza la certeza de lo que no se ve entre las luces más altas y las sombras más bajas, intercalando entre ellas los valores más oscuros para acceder, gradualmente, de éstos hacia los más claros. Y, en una superficie blanca tu contorno mancha en mi alma una hendidura amarilla-naranja que se materializa marrón café o gris plomo con el pincel.
La forma como arde tu silencio diluye los límites de mi expresión porque cada tono tiene su imagen sucesiva. Cómo te veo cada vez, afecta la impresión de todo otro color visto a tu lado. Por ello, en cada combinación varías aunque nunca dejas de ser, tú.
Sigo indefinidamente contemplándote, deteniéndome en el presente de tu acústica; descifrando tus variables entre líneas, masas o contornos de luz o sombra. La impresión de tus valores tonales son los fundamentos más genuinos de la realidad pictórica y en este punto me invitas al soporte pictórico sin obstáculos, ni otros elementos que puedan anular o entorpecer mi promesa a tu llamado. Aún no eresobjeto con un color fijo.
Tus variables poco a poco se forman a la intemperie y con el desapego mezclan una suerte de fe que hace huella del recorrido. Eres el hálito de Vida y el gesto, el trayecto. El color es, solamente, un complemento variable. Desnuda y desprotegida me suspendo y acontezco para mezclar la tierra y vestir tu color.
Sin el color se puede expresar una gran ilusión de realidad, pero entonces; lo nuestro sería una amistad y no un lazo de fe donde la distancia determinaría una degradación valorada según la lejanía del objeto, es decir; la huella de tus pasos.
Tu color es un acto de oblación sin apegos, una gracia no una imposición en los que sólo intervienen el blanco y sus variaciones intermedias. Estas diferencias comparativas son valores de tono, determinando en zonas más o menos acentuadas gris o marrón-café por el pincel.
Con esos acentos adquieres matizaciones que transforman el soporte pictórico y transcriben una temperatura sobrenatural que te individualizan cromáticamente.